Los hermosos amaneceres del desierto

Llevo aquí más de lo previsto. Más de lo que creo que puedo aguantar. Me pica la piel de este sol abrasador, siento un calor como no he pasado en mi vida, esta luz tan insultante casi no me deja levantar la mirada de mis pies y no sé el tiempo que llevo andando. Pero me han dicho que, desde esa duna de allí, todo será diferente. Allí empezará lo hermoso. 

Tengo los pies plagaditos de ampollas. Estas botas tan viejas, de tanto caminar, me están haciendo polvo. La arenilla me llega hasta la parte más insospechada del cuerpo. Llevo picaduras de variedad de bichos en mis piernas y las tengo más inflamadas que un botijo. Y hablando de botijos, esto de racionarse el agua está acabando con mi moral. Pero me dijeron que, desde esa duna de allí, aparecería ante mí una visión celestial. 

Y eso de que en el desierto no te encuentras ni un alma… Será, más bien, ni un alma bondadosa. ¡Será posible! ¡Estos tíos me han robado todo! Solo me han dejado un chusco de pan y un poco de agua. Y encima apestaban, ¡claro! ¡Como aquí no hay ni cómo lavarse! Menos mal que ya estoy cerca de la duna. Me dijeron que era esa de allí.

Siempre pensé en lo extraordinaria que sería la aventura del desierto, imaginándome como una heroína superando sus inclemencias sin apenas despeinarme. Durante muchos años me preparé para cruzarlo. Aprendí todo lo que había que aprender, calculé cuál sería la mejor ruta y fui haciendo mi mochila. Intenté despojarme del peso innecesario y llevar sólo aquello que fuera útil de verdad. No en vano probé a cargarla varias veces como si emprendiese viaje. Todo, para percibir la inmensidad, el silencio, el tacto de la tierra fina, el encuentro con uno mismo, la brisa cálida, los atardeceres… Y los amaneceres, también los amaneceres. Estoy segura que desde la duna, esa de allí, veré los amaneceres más hermosos del planeta.

Realidad y espejismo. El espejismo siempre un paso por delante de la realidad. La realidad siempre única y el espejismo, infinito… y real.

Pero ya veo la duna, no queda nada. Un poco más y estaré allí.