Me descalzo para bailar

Acabo de recibir el regalo de entender que empiezo de nuevo, algo así como una segunda oportunidad, una vida desde cero con cuarenta y dos años de sabiduría y un cuerpo que sueña con bailar.
Esta mañana he leído un relato precioso de un señor de ochenta y cinco años que narraba de qué manera viviría si volviera a nacer, algo así como quitarle la velocidad a los días, caminar descalzo de primavera a otoño y no dejar los sueños aparcados en un cajón. 

Y yo… con mi media vida desmontada, mirando hacia atrás en lugar de darme cuenta de que tengo todavía los zapatos puestos. Que más que zapatos, son deportivas, y con el pelo despeinado por no pisar el freno a tiempo. Curioso que la vida, además, si no frenas, te frena las veces que haga falta y te deja sin bailar. 

¿Qué velocidad tiene tu vida? ¿Dónde están aparcados tus sueños? 

Acabo de nadar en el mar, siguiendo los impulsos del corazón a pesar del invierno. Me decía que si hay miedo…es por ahí. Además, me lo sugirió un hada de esas que, a veces, te susurran al oído en el momento indicado o cuando estás buscando respuestas. 

Allí, en medio de mi mar helado, he entendido que por mucho que busque no se trata de buscar, sino de esperar las respuestas y que, esas respuestas, no las obtienes pensando,sino viviendo, dando pasos hacia el agua fría. Y, entonces, surgen en el momento en el que la mente se desconecta y lo único que importa es eso que estás viviendo en este mismo instante y te sientes más cerca de ti que nunca. Tan cerca que, por primera vez, te escuchas desde el silencio. 

Escuché… 

«Gracias por la nueva vida que tengo por delante. Decido ir descalza a paso lento y firme con la ilusión de dejar vacíos todos los cajones donde guardé mis sueños. Me atrevo a creer en mí y a crear la vida que me gustará dar como respuesta con ochenta y cinco años, a aquella mujer que, con cuarenta, crea haberlo perdido todo». 

¿Y tú… qué decides tú?