Tiempo de Santos Ovarios

El libro Amor o poder me ha permitido exponer aquello que pienso, creo y siento sobre esta permanente dialéctica.  Seres de Luz, o de sobras cavernosas, ¿de por vida? ¿unas veces sí y otras no? ¿Viviendo coherentemente la posición adoptada voluntariamente? o ¿con terribles contradicciones y remordimientos? Escribir compromete, al menos para recordarte aquello que manifestabas. Las palabras son los testigos de un auto-juicio al que toda persona, que pretende ser consciente de su vida, se somete. Y es que una vez se escribe, aquellas palabras impresas quedan inamovibles, salvo que las borremos del mundo de la literatura.

Y una vez expuestas esas intenciones, esos deseos, hay que tener “Santos Ovarios” para fijar posiciones existenciales en la vida. Para decantarse por la luz o la oscuridad de forma definitiva, para siempre, o, al menos, en cada decisión que implique una elección entre ambos extremos. La voluntad necesaria para el encuentro con la coherencia se encuentra detrás de Santos Ovarios.

La búsqueda de la coherencia interna, entre los que se dice y lo que se hace, se convierte en un elemento presente en casi todos los momentos de mi vida.  No llega a convertirse en paranoico porque ayuda a la meditación, a la introspección. Y es desde estos “tres minutos” imprescindibles para observar con cierta distancia como vivo, donde resuelvo las dialécticas entre querer y deber, entre amor o poder.

Un ingrediente esencial en esta dinámica es la sinceridad, la honestidad consigo misma. Hay que asumir que en el proceso de construirse como persona no siempre se actúa motivada por el amor. En ese caso tengo que admitirlo sin dobleces, sin engaños, sin tapujos, sin “justificaciones”. Ser capaz de estar despierta, verme en cada momento de la vida y reflexionar, no sólo sobre lo que hago, sino, y más importante, para qué lo hago, descubrirme las auténticas motivaciones de mis acciones, es esencial. Adormilados por la rutina, la publicidad, la inercia de los días, las costumbres, los prejuicios, automatizan nuestras conductas y es mucho más fácil que la tendencia hacia el poder se lleve el gato al agua.

El ego, residente en cada persona, es una potente fuerza que dirige, cuando se le deja, manejar nuestras vidas. Y en un mundo tan lleno de contradicciones las decisiones “blancas”, sin consecuencias, son muy, pero que muy escasas. Cuando percibo que voy haciendo tareas una detrás de otras y no hay atisbos de un mínimo interrogante se enciende una lucecita en mi interior y comienza la reflexión, la meditación. Porque en esa tesitura casi seguro que el ego del poder teledirige lo que hago y siempre en dirección al poder no al amor.  Mi genio, mi incertidumbre, mi convicción se sostienen en un delicado equilibrio que sólo la conciencia, el estar despierto ayuda a mantener.

Al final el sentido de mi vida, el que creo que tiene, actúa para orientar lo que hago y para qué lo hago. Compartir con otras personas una lucha que se inició en los albores de la humanidad contra la opresión, es el sentido de muchos millones de vidas, una de ellas es la mía. Y en este momento de gravedad extrema, donde todas las formas de vida están amenazadas es urgente orientarnos por el amor. En la cumbre climática de Madrid, los políticos aún piensan que hay tiempo y se dan plazos, fechas, cuando en realidad la cuenta atrás hace décadas que se inició.  Sólo la suma de miles de millones de voluntades podrá hacer posible superar esta alarmante situación. Pero para ello cada una de nuestras vidas debe experimentar una coherencia, en el consumo y en el trabajo con todo lo que suponga sostener la vida y los ecosistemas. Es tiempo de echarle santos ovarios por amor.